Gabriela tiene 55 años, pero aparenta mucho menos, es despistada, alegre y cuando uno recién la conoce tiene la sensación que se topo con una máquina de palabras que va a toda velocidad, va y viene en el discurso, le gusta hablar, tiene mucho por decir y pareciera que quiere decirle todo junto…jajaja. Después de unos minutos, respiramos hondo y como si fuéramos viejas amigas la historia empieza a fluir.

VOLVER A LA FUENTE
Gabriela vivía en Capital Federal, era analista política y trabajaba muchas horas en el Congreso, su vida prácticamente pasaba ahí adentro. Como a todos nos pasa en algún momento, su vida hizo “click” y se dio cuenta que necesitaba un cambio. Corría el año 2001, un año difícil para todos los Argentinos, un año que aunque muchos prefieran olvidar, a mi me gusta recordar, porque es en los momentos de caos donde surgen los cambios profundos, es en los momentos de oscuridad donde uno no tiene otra opción más que la de iluminarse. Fue en ese año donde Gabriela, decidió cambiar de vida y mudarse a la casa de vacaciones de La Costa con su pequeña hija y sus padres, ya no se trataba de empezar de cero sino de empezar distinto.
Durante la charla, Gabriela me menciona muchas veces que vivir en La Costa para ella significo algo así como “volver a la fuente” y quien conoce un poco su historia se da cuenta que es verdad, no solo porque pudo rearmar su familia cerca de la contención de sus padres sino porque pudo unir sus dos pasiones: lo social y el arte.

UNA HISTORIA LLENA DE CHICOS Y DIBUJOS
Gabriela me contó muchas anécdotas de su trabajo cuando estaba en el Congreso, me habló de políticos, de plataformas y de proyectos, pero la verdad es que lo que más me interesó o las anécdotas que me llenaron el alma, son las que tienen que ver con su trabajo social, son las historias que mejor la describen, son las historias “importantes” de esta nota, son las que hablan de ese corazón que vine dispuesta a descubrir. Hablando del funcionamiento de subtes y trenes, derivamos en la historia de un proyecto social del que participó en el Subte de Retiro; quien pasó por esos túneles en invierno cuando oscurece en la ciudad sabe que no es el lugar más lindo que le puede tocar a un chico para pasar la noche. Cuando el subte cerraba, Gabriela y un grupo de jóvenes se acercaban a enseñarles a pintar a los chicos, a darles un plato de comida, un abrigo un poco de contención. Gabriela para su relato y me pregunta “¿Sabes que pintaban los chicos”?...casas con chimenea y humo, algo que en sicología expresa “Familia/Hogar”, eso que no tenían y deseaban. Ese mundo tan dispar, esa realidad tan dura que pudo conocer Gabriela creo que fue la que la ayudo y motivó a darle magia a sus murales.
Recién llegada a La Costa, averiguó que frente a la terminal de micros de San Bernardo funcionaba un comedor que se llamaba “El Club de los pibes”, sin dudarlo y fiel a su memoria se acercó y empezó a enseñarle arte a los chicos, así fue como comenzó en La Costa su “arte-social”. Gabriela se tropieza con sus palabras y se emociona cuando me cuenta del talento y del entusiasmo de estos chicos, el arte es una maravillosa vía de escape a los problemas del alma, el arte cura, sin lugar a dudas y sobre todo si quien lo enseña sabe entender al corazón de un niño.

CADENA DE MURALES
Un poco la responsable de que esta maravillosa obra empezará fue la Dra. Quiroga. Un día en la salita de Aguas Verdes, y conociendo la virtud artística de Gabriela le preguntó “¿No te animas a pintar algo lindo en esta pared?” y vaya si se animó! Que no solo pinto la salita de Aguas Verdes, sino también la de Mar de ajó Norte, Costa Azul, San Bernardo, Villa Clelia, Mar del Tuyú, la Eva Perón, la Fundación Nazarena y así continuó pintando sueños y esperanzas hasta que llego la propuesta de pintar la nueva sala Pediátrica y de Neanotología del hospital de Mar de Ajó. Cuando le pregunte porque pintaba, me explico que todos estos lugares, son lugares en donde lo niños entran con miedos, entran con dolencias, tristes, cansados, y estos murales significan para ellos la posibilidad de meterse con la imaginación dentro de esas paredes, de esos cuentos, se transforman por un instante en esos personajes… y se olvidan del dolor, y el tiempo pasa más rápido, cambiamos angustia por sonrisas, temor por paz.

TODO BICHO QUE CAMINA VA A PARAR A LA COCINA
Y en el caso de Gabriela, todo, todo lo que pueda pintarse, va a parar a sus manos, además de pintar paredes, Gabriela interviene artísticamente cualquier tipo de prenda textil, tiene una marca de remeras pintadas y se anima a pintar TODO. Gabriela está cursando el 3º año de la carrera de Diseño de Indumentaria, la edad para ella no es un impedimento para seguir progresando, siempre va por más. “En la vida hay que hacer todo lo que uno quiera y nos haga bien” y yo también pienso como Gabriela, si uno es feliz, esa felicidad se transfiere, y cuando se transfiere, T-R-A-N-S-F-O-R-M-A.
Todos tenemos la capacidad de transformar algo negativo en algo positivo, solo hay que animarse y dar el primer paso.